26 octubre, 2010

Carmen, 25 de septimbre


Ella caminaba calle arriba con sus perfectas botas negras, contenta. Día libre, todo para ella.
La mañana era oscura. Las nubes anunciaban un inminente chaparrón. Llovería, llovería en su día libre. Seguía contentísima.
Tenía un plan, y en ese plan tenía que llover. Quería que las calles mojadas fuesen para ella, todas para ella.
En cuanto calló la primera gota de agua la gente comenzó a refugiarse en sus casas, en las tiendas... y la calle se quedó desierta.
Estaba preparada, no tenía ni paraguas ni chubasquero... estaba del todo dispuesta a empaparse.
Poco a poco su pelo se fue adheriendo a su piel, la ropa pesaba cada vez más y ella comenzaba a tener frío. Trueno. El cielo se iluminó de improvisto, la ciudad se apagó. Trueno. Carmen seguía su camino a ninguna parte, corriendo, sintiendo el agua, fresca, sobre su piel. Si cerraba los ojos y se paraba podía sentir que estaba en el mar, flotando a la deriva. Trueno. Hechó a correr de nuevo, estaba a punto de terminar aquella interminable cuesta . Trueno. Corrió más rápido. Trueno. La calle seguía desierta. Trueno. No, no estaba desierta, había alguien. Trueno. Y le resultaba tan familiar... Él también la miraba... aquellos ojos negros... Trueno. Roberto.
El mundo se hizo a un lado, ya no sentía la lluvia sobre su piel, no escuchaba los ensordecedores truenos, solo sintió como sus pies tomaron las riendas de su cuerpo y se dirigieron derechos hacia él.
Estaba empapado, de arriba a abajo, como ella. Llevaba su pelo negro hacia atrás, dejando ver esos perfectos ojos oscuros:
-¿Carmen?
Ella volvió al mundo, volvió a escuchar los truenos, volvió a sentir la lluvia:
-¿Si? - dijo ella, algo perdida.
-No te veía desde hace...
-Mucho - añadió ella.
-Si.
No sabían de que hablar, ninguno articuló palabra alguna. Simplemente se miraban, recordando aquel único día que habían pasado juntos y que quizás algún día sea contado. Trueno. Ella tiritaba:
-Tienes frío -dijo él, no era una pregunta - vivo justo ahí detrás, ¿quieres una taza de café?
Era una propuesta dificilmente rechazable, estaba congelada. Quizás era algo estúpido, subir a su casa, quizás era lo más estúpido que fuese a hacer nunca, pero ella lo hizo.
La luz no había vuelto aún, estaba todo oscuro, se veía poco:
-Voy a buscar la linterna, espera aquí.
Ella observaba intrigada la habitación: una cama, una tele, una mesa, una alfombra y muchos libros. Sintió una pequeña luz contra la pared y se volvió para verle a él llegar:
-Esto... te traje una camisa por si quieres cambiarte, debes estar helada- añadió él.
Lo estaba, estaba congelada del todo. Cogió la camisa, le sonrió en señal de agradecimiento y se quedó dubitativa, "¿Donde voy a cambiarme?:
-El baño es compartido, esto es un piso de estudiante, lo más probable es que esté ocupado...
-Pues sal porfavor- susurró ella.
No rechistó y salió.
Al rato volvió a entrer, allí estaba Carmen, con su camisa favorita. Le quedaba como un vestido, demasiado grande. Se acercó involuntariamente y ella le miró, amenazante:
-Esto... - estaba rojo, pero no se notaba por la oscuridad - ¿Quieres una manta?
-Porfavor- rogó ella.

Al final se encontraron ambos sobre la cama, ella acurrucada en una manta y él a su lado, observandola. No había nada que hacer, seguían a oscuras:
-¿Hacemos algo?-dijo ella.
-Lo que quieras.
-Hablemos, ¿Que tal te han ido estos últimos meses?
-Bien, con los estudios y eso... lo de siempre, ¿Y tú?
-Igual, estudiando y trabajando - llevaba bastante tiempo queriendo saber algo... y ahora era el momento de preguntarlo - ¿Y las chicas? ¿Qué tal? ¿Ya tienes novia?
Se escondió en la manta:
-Pues... no, no tengo.
Una sensación de alivio la recorrió:
-¿Y novios?
-No.
La miró. ¿Quizás esa pregunta era una indirecta? No se lo iba a replantear. Sujetó el mentón de la chica y la besó. Ella se quedó encongida, sorprendida, no era lo que esperaba, pero no se lo iba a replantear. Soltó la manta y le besó. La única luz que había en la habitación era la tenue linterna tirada sobre el suelo.
Ninguno dijo nada, ninguno paró. Los besos sabían a menta y las caricias a miel, la ropa sobraba.

Abrazados bajo las sábanas, riendo, contando historias imposibles, hablando de cualquier tontería. Volvió la luz, y con ella la realidad:
-Debería volver, le prometí a mi madre que estaría para cenar.
Se removió incómoda en la cama. Él la miró. Se vistió con su ropa húmeda y se fue. Roberto corrió tras ella. Al llegar abajo allí estaba ella, esperandole, aún llovía:
-¿Sabes lo que siempre he deseado hacer? - le susurró ella.
Le sujetó ed la mano y juntos salieron del refugio del portal, la lluvia comenzó a empaparlos nuevamente:
-Besar a alguien bajo la lluvia.
Y eso hizo, antes de irse ella le susurró algo al oído:
-Este será un dia para recordar.

2 comentarios:

  1. Guau, es buenísimo, me encanta! increible!
    Perfecto como besos bajo la lluvia y sexo a la luz de la linterna

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  2. Qe lindo, si hasta ganas de llorar e dieron
    Es hermosooo !

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